miércoles, 28 de agosto de 2013

De Puta a Puta y Media


Testimonio de una trabajadora Sexual  

En busca de la Igualdad  y la Diversidad


Son las dos de la tarde del miércoles 25 de julio. El viento helado de General Roca hace recordar que es invierno y la gente abrigada corre para evitar los remolinos de tierra que meten el polvo en los ojos y no dejan ver. 

Georgina baja del taxi, con una caja bajo el brazo, y rápidamente abre la enorme puerta de la sede de la Asociación de Travestis y Trabajadoras Sexuales (ATTS) ubicada sobre Avenida Roca al 500. 

“No sabés lo que cuesta conseguir preservativos”, comenta mientras prende las luces del enorme salón de paredes blancas y azulejos color crema cubiertos de tierra por el temporal. 

Vacía la caja, sobre una bandeja, hasta llenarla de preservativos y se prepara para la entrevista. 

Georgina Colicheo tiene 44 años es travesti y desde los 11 años ejerce la prostitución, luego de que su padre la haya echado de su hogar. Cuando habla lo hace con seguridad y hasta con cierta sequedad de quien está acostumbrado a ser atacado, incluso, por los medios. Desde hace dos años es la representante de la ATTS, una organización que nació para dar una voz “las más maltratadas de todo el colectivo. Desde salud hasta educación”. 


“Tuve una vida jodida como las de las demás compañeras. Lo único que mamé de chica es violencia. Violencia de la familia, de la sociedad y cuando querés estudiar. Para sobrevivir no me quedaba otra salida que la prostitución.” 


Sin embargo, hoy por hoy, para Georgina este único camino cambió cuando, hace dos años, salió lastimada en una pelea con un cliente que no quiso usar preservativo. 

“Cuando llamaron a la ambulancia lo único que pedía era que se me respetara mi nombre Georgina que en ningún momento se respetó. Cuando caímos al hospital se escuchaban las bromas de fondo. Cuando salí me di cuenta que no podía ser que nosotras tuviéramos que sufrir este trato.” 

Ante este episodio "me conecté con Jorge Frozio (asistente social del hospital), le comenté mi necesidad de crear un espacio para el colectivo y así nació ATTS.” 


Si bien Georgina sigue ejerciendo la prostitución (“pero el menor tiempo”) ahora está abocada a demostrar a sus compañeras que otra vida es posible y, si bien, con la Ley de Identidad de Género muchas cosas se han facilitado todavía pelean por derechos como la inserción laboral y la personería jurídica que les niega el INaDI hace más de seis meses por no considerar a las trabajadoras sexuales como parte del mundo laboral. 

“Para muchas es el único recurso” dice Georgina con tono de indignación. 


Los integrantes de la asociación empiezan a llegar a la reunión y se debe interrumpir la entrevista. 

Llama la atención un hombre bajo con pelo cano que dice venir con una nueva propuesta que les puede interesar. Tiene un terreno a las afueras de la ciudad y les ofrece la posibilidad de hacer un club solamente para homosexuales y travestis, donde la asociación puede recibir parte de las ganancias si acepta asociarse. 


“Me parece que si vamos por la diversidad no lo vamos a lograr escondiéndonos en un club exclusivo para nosotros y nosotras.” sentencia Georgina.

El incómodo silencio que inunda el lugar es disimulado con un “ustedes piénsenlo y después me llaman”. El sujeto se despide y la reunión estalla en risas, luego prosigue como se había planeado. 

Se proyectan talleres de práctica docente con grupos de lucha, se propone un relevamiento sociológico de colectivos con docentes de la carrera de Sociología, se reflexiona sobre la violencia institucional contra las transexuales y se propone la idea de cambiar de horario “porque muchos a las dos de la tarde se les complica y hay mucha gente que quiere participar”. 



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